viernes, 5 de diciembre de 2008

Refugio




Otra noche despejada cubre con su manto oscuro y brillante la ciudad de la moneda, como siempre, como nunca...Por que no hay dos noches iguales en las tierras de la Intriga, hogar, perenne o caduco, de toda clase de mercaderes, aventureros, y otros extraños menos deseables.

Con un crujido de madera, el cansado oficial que guarda las murallas interiores atranca la puerta de las caravanas y hace el cambio de turno, afanándose por llegar a la relativa seguridad de su hogar antes de que oscurezca del todo...mas las sombras caen antes en los barrios bajos de la ciudad...esta noche correrán las monedas...o la sangre. Serpenteantes jirones de siniestros nubarrones intentan rodear con sus brazos a la eternamente bella Selune, que preside hoy el firmamento en la forma de medio disco del más puro e hipnotizante plateado, seguida como siempre por sus Lágrimas...Y cuando las impíamente osadas nubes cubren el astro, las apestosas y mugrientas calles empiezan a hervir de susurros inaudibles, a burbujear de sombras inquietas, de manos impacientes...como cada noche.

Los últimos labriegos cruzan la portezuela agotados, con algún que otro gemido, deseando poder tomar un caldo caliente o una cerveza fresca de la posada, poder disfrutar por un momento de los exóticos y sensuales contoneos de una bailarina, de la reconfortante y dulce voz de la joven que canta un poco mas allá, acariciando su arpa, o simplemente deseando llegar a casa y dormir unas horas sobre un lecho de paja piojosa.

Y a la vez, pequeños grupos o solitarias figuras se hacen a los caminos, en busca de fortuna, de gloria, persiguiendo una leyenda, ansiando algo que cambie radicalmente sus vidas, o quizá buscando el sentirse vivos solamente. Vigilantes ojos invisibles a la mirada inexperta cubren cada milla de caminos salvajes, e inenarrables horrores despiertan de su sueño en malditos cubiles, emplazados donde nunca han de hallarse, donde nadie ha de escuchar los desgarrados gritos.

Mas alguien parece refugiarse del mundo en la superficial tranquilidad de un claro de bosque. Huellas que han manchado de sangre la húmeda hierba delatan el camino seguido por el prófugo, llevando estas hasta el pie de un arbolillo junto al río. Un espectador atento se daría cuenta de que la sangre corre también tronco arriba, hasta una escuálida rama sobre la que descansa una menuda y extraña figura, de cara a la Luna. La tenue luz del astro resalta, enmarca sutilmente una piel plagada de marcas y cicatrices, bajo la que culebrean nerviosos los músculos. La alborotada melena plateada le cubre el rostro mientras lame las tres zanjas carmesíes en su hombro, de las que gotea el oscuro fluido vital.

Alza luego la vista a la argéntea reina, la intensamente amarilla mirada brillando desafiante...y es que tan perdida está, que poco mas que desafiar, que rebelarse, puede hacer. Un lejano aullido, que no tarda en encontrar eco por todos los alredores, le hace aplastar las orejas con un gruñido, recordándole hechos que preferiría olvidar...Pero últimamente nada está en su sitio...Los extraños lobos aparecen cada vez con mas asiduidad, cada vez se acercan mas...la última vez pudo espantarlos, pero puede olerlos cada día mas cerca...volverán...Y se abraza con la aterciopelada cola cuando siente un incómodo escalofrío al pensar que quizá la próxima vez sean mas, o mas fuertes, o peor aún...que “eso” consiga volver a salir...

Fugaces flashes, retazos de memoria que solo se le presentan en sueños le hacen estremecerse aún cuando mira a la cara a Selune, y siente que la rabia de su pecho se une a la tibia luz del astro en su pulsante titilar, para latir acompasadas...Y lo nota un poco mas cerca de la superficie, un paso mas cerca de volver a hacerse con el control...Aquella vez despertó aquí mismo, tirado al lado del arroyo, rodeado de los demás...la Pequeña dijo que no fue él quien la hirió, pero no podia estar seguro de eso...y luego, la maldita oscuridad, los gruñidos y los mordiscos, y aquel duro pelo que sus zarpas apenas podían atravesar. Y para colmo, los chupasangres volvían a moverse mas de lo normal de un tiempo para acá...podía sentirlo en las cuevas, en los túneles, el peligro acechaba tras cada recodo, relamiéndose ansioso entre apagados murmullos.

“No, no es momento para debilidades...” piensa meneando la cabeza severo, negando de lado a lado. “ Y sin embargo es ahora cuando mas débil me siento...si no hago algo, la próxima vez será otro quien lo pague...” Y al cruzar su mente el desalentador pensamiento, aprieta la mandíbula de forma inconsciente, clavándose los colmillos en el labio. Rebusca en su desordenado fardo, hasta encontrar la pequeña cajita, que abre con cuidado para sacar de ella un inusualmente bien cuidado pergamino. Lo lee mentalmente para sí, reforzándose su resolución, para volver a guardarlo luego y descolgarse con una ágil voltereta de la rama.

Marcha. Marcha hasta que esté mas seguro de quien es, donde no pueda transformarse en la debilidad de nadie, ni nadie en la suya. Se aleja hacia la profundidad del bosque, buscando la fuerza, como siempre, la segura soledad.

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